lunes, 8 de julio de 2013

Amor 2.0: el romanticismo en los tiempos de la tecnología.

           
               Sofia González y Francisco Hernández ahora son amigos.
               Francisco Hernandez
               Hola, como estas?
               23:22

 Atrás quedó esa lejana costumbre de enviarse cartas de amor,  esa forma delicada de demostrar interés en la otra persona, enviando flores, regalando chocolates o diciendo con timidez: “Me gustás”. Ya no jugamos con la mirada, no hablamos un rato para conocernos, ni vamos a tomar un café. Dejamos de conquistarnos con tiempo y paciencia, se perdió el misterio y las famosas mariposas en el estómago.
 La tecnología nos acerca,  pero también nos vuelve cómodos, excesivamente francos, poco sensibles y simples. Es así que ahora nuestras conversaciones pasaron de un café a un chat, de una mirada a una foto, de una flor a un emoticón.
 Chatear se convirtió en una especie de desinhibidor, donde uno se siente más seguros de sí mismo, donde la libertad de expresión no se ve inquietada y donde el rechazo se minimiza de tal manera que para acercarse al otro da lo mismo ser simpático y sutil o totalmente escrupuloso y provocador. Las redes sociales consiguieron facilitar la posibilidad de obtener un poco de afecto o sexo, casi por delivery.
 Hoy, las relaciones amorosas son fugaces y quebrantables, quién está al lado es, muchas veces, una incógnita. Son moneda corriente términos como: “amigos con derechos”, “touch & go” y “relación free”. Los encuentros casuales ahorran involucrarnos con el otro y nos despoja de la responsabilidad de seguir viéndolo.
 El romanticismo está en extinción. Para luchar por él empecemos por abrir el corazón y apagar, al menos por un rato, la computadora y el celular.


*Expertos examinaron a casi 25.000 personas en pareja respecto a la capacidad de vincularse a través de varios medios de comunicación. Entre ellos: Facebook, Twitter, E-mails, mensajes de texto, y mensajes instantáneos, entre otros. Según los resultados, las parejas acostumbradas a utilizar cinco o más canales virtuales expusieron un 14% menos de satisfacción en la relación que las parejas menos conectadas electrónicamente.



lunes, 1 de julio de 2013

A contrarreloj

           "Solo hay dos cosas que podemos perder: el tiempo y la vida;
la segunda es inevitable, la primera imperdonable."
Jose Maria Franco Cabrera
A mi tía y abuelo.

 Los humanos en general tenemos una rara relación con el tiempo. Nos movemos en él, nos inquieta, nos absorbe y nos dirige sin ni si quiera saber qué es, de dónde viene o desde cuándo esta acá.
 Segundos, minutos, horas, días, semanas, años. No importa lo que hagamos, no podemos escapar de él.
 A veces queremos detenerlo y que ese momento no se esfume, que perdure por siempre; otras, en cambio, queremos adelantarlo porque la impaciencia se apodera de nosotros y buscamos desaparecer de ese presente cuanto antes. Sin embargo, la mayoría de las veces queremos retroceder: el pasado atormenta y deja anclado a muchos, se convierte en un fantasma que nos persigue y hostiga para que no lo olvidemos.
 El tiempo no perdona, no espera, y sus efectos son palpables en el exterior como en el interior de cada uno, ahí donde realmente deja marcas que ni la más alta tecnología médica puede esfumar.
 Uno no se detiene a pensar en lo breve que puede resultar el paso por este mundo.
 Hasta que en un momento, la muerte sacude nuestras arrogantes deducciones de inmortalidad y es ahí donde se desata la famosa batalla entre calidad y cantidad: ¿Estamos viviendo la vida que queremos?
 Los que se van se convierten en dolorosos anzuelos y nos generan preguntas sin respuestas. Nos hacen tambalear las certezas y nos arrojan a las manos de los hipotéticos. Nos destierran de las evidencias y nos impulsan a mudarnos al país de lo impreciso.
 Quedamos acá acariciando la vida y anhelando que nuestro tiempo sea infinito, eterno; sin embargo, el reloj sigue corriendo. Y no importa de cuánto tiempo dispongamos, sino que hacemos con él. De nada sirve apostar a un futuro si el “ahora” está siendo malgastado.

 El tiempo sólo se gana si asumimos el riesgo de cumplir nuestros deseos hoy, y no mañana.



viernes, 28 de junio de 2013

De una ilusa a otra ilusa

A esas mujeres que creen poder cambiar al mujeriego. A las ilusas que pretenden ser la excepción. A las fanáticas insaciables que quieren concretar esa histórica fantasía de nuestro género. A ellas van dirigidas estas palabras.
 Todo comienza con el flaco carilindo, chamullero y arrogante, sinónimo de tentación de muchas, o casi todas. Su encanto físico y su parla compradora son su as en la manga para encandilar a cualquiera del sexo femenino.
 Luego entra en acción nuestra víctima en cuestión: la siguiente del depredador; porque, obviamente, la pobre tiene una extensa lista de antecesoras sin su final feliz.
 El corpiño armado, las minifaldas y los tacos altos se convierten en armas de doble filo. Es que es de público conocimiento el talón de Aquiles de aquel estafador, y aún así la ingenua “Susanita” pretende llevarlo al altar y atarlo a ella de por vida.
 La crédula no se conforma con ser una más, le quiere suprimir el Fernet, la noche y hasta los partidos de fútbol de los jueves. Quiere que desaparezcan las nuevas amistades de mujeres en Facebook, las fotos comprometedoras y ni hablar de los mensajes de texto con la “competencia”.
 Tal vez, sus motivos sean que siente la imperiosa necesidad de jugar por un rato a ser sanadora de esa extraña e incurable enfermedad; o, a lo mejor, quiere dar a entender que posee algún tipo de sabiduría superior al resto, y que sólo ella puede salvar a la humanidad de esa epidemia que deja a muchos títeres sin cabeza y unos cuantos corazones rotos.
 Rápidamente, los pies tocan el suelo y ese plan maestro se torna una novela de ficción con argumentos irreales y sobrenaturales.


QEPD aquella utopía.



lunes, 10 de junio de 2013

Conditio sine qua non

 Hoy me tocaba ir después de veintiún días, tres horas y trece minutos. No es que fuese un momento importante ni mucho menos, sino que era mi cuerpo el que lo reclamaba. Era uno de esos días en el que debía asistir a ese magnífico y gratificante ritual.
 No exigía mucho: una ducha, unos cuantos billetes y, sobre todo, una preparación psíquica intensiva.
 En algún momento me habían tratado de obsesiva y hasta de masoquista. Y lo admito, era un placer morboso y compulsivo, pero no hay manera de frenar ese hábito, las mujeres tenemos que participar de esa ceremonia desde la adolescencia (algunas antes).
 Y por más que lo intente, no entiendo ni entenderé a las revolucionarias, a las innovadoras, a las salvajes o a las francesas. Es una conditio sine qua non, una condición necesaria y esencial, es de carácter O BLI GA TO RIO.
 Anteriormente me había planteado el por qué de tal sufrimiento pero siempre, SIEMPRE, llegaba al mismo resultado: satisfacción.
 Cuando todo termina, la cera ya no está caliente sobre mi cuerpo y no hay rastros de que asomen sobre él eso detestables invasores, ahí, recién ahí, puedo estar en paz.



domingo, 9 de junio de 2013

Reina del dolor

 Innovadora. Ella puede vestir cualquier cosa; se puede cubrir con la cortina de la abuela, ponerse esos aros que jamás comprarías, usar las medias corridas, el esmalte salpicado y hasta maquillarse como un oso panda que siempre va a parecer sacada de una revista de Vogue.
 No tiene nada de tradicional, es la chica cool y malcriada de alta sociedad. No acepta nunca un “NO” como respuesta; no se conforma con ser discreta ni cordial en público y es dueña de una empalagosa autosuficiencia.
 Marcar tendencia parece ser su objetivo en esta vida. Escucha The Kooks, una banda indie rock fashionista, y es partícipe habitual de festivales de música electrónica, ferias de diseño y bares de moda.
 De facciones dulces y armoniosas. Tiene ojos azules, una mirada penetrante y profunda, cabello rubio casi platinado y es dueña de una silueta codiciada. Su encanto es indiscutible, las mujeres arden de envidia cuando la ven pasar y los hombres caen rendidos a sus pies.
 Pero es inalcanzable para cualquier mortal. Es como una diosa a la cual se le rinde culto mirándola, deseándola y admirándola. Es inaccesible, inverosímil y extraordinaria. No está en sus planes enamorarse, no sabe cómo, lleva mucho extasiada por su sombra, por su reflejo, por ella misma.
 Su única compañía: su grandiosidad, su necesidad de aprobación, su falta de empatía y su menosprecio hacia los demás.
 Una gran novelista francesa dijo una vez: “La belleza exterior no es más que el encanto de un instante. La apariencia del cuerpo no siempre es el reflejo del alma”.


sábado, 1 de junio de 2013

Palabras mudas

 Me levanté preguntándome por todas las palabras que nunca dije. Esas que cumplieron con su fecha de vencimiento y no pudieron ver la luz. Aquellas que por temor, orgullo o por el simple hecho de pensar que no era el momento adecuado, quedaron relegadas y olvidadas.
 Las imaginé clasificadas por año, tipo, lugar y destinatario. En archiveros metálicos que aún las conservaban y me facilitaban el acceso. Mediante los cuales, podría mirarlas y pedirles disculpas.
 Las imaginé incomprendidas. Estaban paralizadas, se sentían inferiores y discriminadas. Habían sido maltratadas por su ideología, por pensar y sentir diferente. Merecían cierto reconocimiento, no debían ser invisibles.
 Pero luego comprendí que cada una de ellas correspondía a un momento, un instante o  un ciclo. Que no cambiaría nada que se revelaran y brotaran de mi boca aún cuando se tomaran revancha y vencieran al pudor y la modestia.
 Sin embargo, me consulté seriamente por su paradero: ¿Todavía estaban ahí, en algún lugar inhóspito, pidiendo a gritos ser rescatadas? ¿Vivían agazapadas esperando para atacar? ¿O ya era demasiado tarde y habían huido a un sitio mejor?





viernes, 31 de mayo de 2013

¿El amor es rutina?

 Se habían resguardado en un lugar impermeable, aislado, compacto, donde se estaba a salvo del tiempo y los demás. Donde era más simple respirar, las palabras quedaban cómodas en la boca de uno y los besos acolchonaban cualquier discusión. Ahí se sentían seguros, cada uno sabía cuál era su tarea y sus límites para pertenecer.
 Eran esclavos uno del otro. Adictos a aromas, caricias, promesas; factores precarios y superficiales que se utilizaban como excusa.
 Llevaban juntos cinco años y un poco más. Ella sabía que el café se acompañaba con dos cucharadas de azúcar y él, que no debía fumar adentro. No había motivos para desconfiar de que aquel gremio funcionara, estaban cómodos.
 Pero no alcanzaba, nunca alcanza. La conformidad exigía silencio. Se atesoraban sentimientos, opiniones y conductas por el simple hecho de cumplir. Sólo dos cuerpos robotizados funcionando por inercia.
Ahora era sólo sexo, comer en el mismo restaurant y caminar por las mismas calles. Ya nada parecía maravilloso y único. No había admiración ni deseo.
 Él buscaba volar, ella caminar. Él sólo quería un presente y ella anhelaba un futuro.
 La Sensatez llevaba tiempo trabajando de forma minuciosa y paciente pero la Cobardía desplegaba todos sus recursos y le alcazaba por el momento para vencer.