viernes, 28 de junio de 2013

De una ilusa a otra ilusa

A esas mujeres que creen poder cambiar al mujeriego. A las ilusas que pretenden ser la excepción. A las fanáticas insaciables que quieren concretar esa histórica fantasía de nuestro género. A ellas van dirigidas estas palabras.
 Todo comienza con el flaco carilindo, chamullero y arrogante, sinónimo de tentación de muchas, o casi todas. Su encanto físico y su parla compradora son su as en la manga para encandilar a cualquiera del sexo femenino.
 Luego entra en acción nuestra víctima en cuestión: la siguiente del depredador; porque, obviamente, la pobre tiene una extensa lista de antecesoras sin su final feliz.
 El corpiño armado, las minifaldas y los tacos altos se convierten en armas de doble filo. Es que es de público conocimiento el talón de Aquiles de aquel estafador, y aún así la ingenua “Susanita” pretende llevarlo al altar y atarlo a ella de por vida.
 La crédula no se conforma con ser una más, le quiere suprimir el Fernet, la noche y hasta los partidos de fútbol de los jueves. Quiere que desaparezcan las nuevas amistades de mujeres en Facebook, las fotos comprometedoras y ni hablar de los mensajes de texto con la “competencia”.
 Tal vez, sus motivos sean que siente la imperiosa necesidad de jugar por un rato a ser sanadora de esa extraña e incurable enfermedad; o, a lo mejor, quiere dar a entender que posee algún tipo de sabiduría superior al resto, y que sólo ella puede salvar a la humanidad de esa epidemia que deja a muchos títeres sin cabeza y unos cuantos corazones rotos.
 Rápidamente, los pies tocan el suelo y ese plan maestro se torna una novela de ficción con argumentos irreales y sobrenaturales.


QEPD aquella utopía.



lunes, 10 de junio de 2013

Conditio sine qua non

 Hoy me tocaba ir después de veintiún días, tres horas y trece minutos. No es que fuese un momento importante ni mucho menos, sino que era mi cuerpo el que lo reclamaba. Era uno de esos días en el que debía asistir a ese magnífico y gratificante ritual.
 No exigía mucho: una ducha, unos cuantos billetes y, sobre todo, una preparación psíquica intensiva.
 En algún momento me habían tratado de obsesiva y hasta de masoquista. Y lo admito, era un placer morboso y compulsivo, pero no hay manera de frenar ese hábito, las mujeres tenemos que participar de esa ceremonia desde la adolescencia (algunas antes).
 Y por más que lo intente, no entiendo ni entenderé a las revolucionarias, a las innovadoras, a las salvajes o a las francesas. Es una conditio sine qua non, una condición necesaria y esencial, es de carácter O BLI GA TO RIO.
 Anteriormente me había planteado el por qué de tal sufrimiento pero siempre, SIEMPRE, llegaba al mismo resultado: satisfacción.
 Cuando todo termina, la cera ya no está caliente sobre mi cuerpo y no hay rastros de que asomen sobre él eso detestables invasores, ahí, recién ahí, puedo estar en paz.



domingo, 9 de junio de 2013

Reina del dolor

 Innovadora. Ella puede vestir cualquier cosa; se puede cubrir con la cortina de la abuela, ponerse esos aros que jamás comprarías, usar las medias corridas, el esmalte salpicado y hasta maquillarse como un oso panda que siempre va a parecer sacada de una revista de Vogue.
 No tiene nada de tradicional, es la chica cool y malcriada de alta sociedad. No acepta nunca un “NO” como respuesta; no se conforma con ser discreta ni cordial en público y es dueña de una empalagosa autosuficiencia.
 Marcar tendencia parece ser su objetivo en esta vida. Escucha The Kooks, una banda indie rock fashionista, y es partícipe habitual de festivales de música electrónica, ferias de diseño y bares de moda.
 De facciones dulces y armoniosas. Tiene ojos azules, una mirada penetrante y profunda, cabello rubio casi platinado y es dueña de una silueta codiciada. Su encanto es indiscutible, las mujeres arden de envidia cuando la ven pasar y los hombres caen rendidos a sus pies.
 Pero es inalcanzable para cualquier mortal. Es como una diosa a la cual se le rinde culto mirándola, deseándola y admirándola. Es inaccesible, inverosímil y extraordinaria. No está en sus planes enamorarse, no sabe cómo, lleva mucho extasiada por su sombra, por su reflejo, por ella misma.
 Su única compañía: su grandiosidad, su necesidad de aprobación, su falta de empatía y su menosprecio hacia los demás.
 Una gran novelista francesa dijo una vez: “La belleza exterior no es más que el encanto de un instante. La apariencia del cuerpo no siempre es el reflejo del alma”.


sábado, 1 de junio de 2013

Palabras mudas

 Me levanté preguntándome por todas las palabras que nunca dije. Esas que cumplieron con su fecha de vencimiento y no pudieron ver la luz. Aquellas que por temor, orgullo o por el simple hecho de pensar que no era el momento adecuado, quedaron relegadas y olvidadas.
 Las imaginé clasificadas por año, tipo, lugar y destinatario. En archiveros metálicos que aún las conservaban y me facilitaban el acceso. Mediante los cuales, podría mirarlas y pedirles disculpas.
 Las imaginé incomprendidas. Estaban paralizadas, se sentían inferiores y discriminadas. Habían sido maltratadas por su ideología, por pensar y sentir diferente. Merecían cierto reconocimiento, no debían ser invisibles.
 Pero luego comprendí que cada una de ellas correspondía a un momento, un instante o  un ciclo. Que no cambiaría nada que se revelaran y brotaran de mi boca aún cuando se tomaran revancha y vencieran al pudor y la modestia.
 Sin embargo, me consulté seriamente por su paradero: ¿Todavía estaban ahí, en algún lugar inhóspito, pidiendo a gritos ser rescatadas? ¿Vivían agazapadas esperando para atacar? ¿O ya era demasiado tarde y habían huido a un sitio mejor?