viernes, 9 de enero de 2015

¿Libertad o libertinaje?

En memoria de los periodistas, los dibujantes y policías muertos, más de 100.000 personas se han concentrado en Francia este miércoles, y varias miles más en ciudades europeas, para rendir un homenaje a las víctimas del atentado contra la redacción de Charlie Hebdo y clamar por la libertad de expresión.
El atentado islamista le ha arrebatado la vida a 12 personas de una manera brutal y a sangre fría, dejando una sensación de horror y poniendo sobre la mesa no sólo el debate sobre el fanatismo islámico sino también sobre la libertad de expresión.
Hablamos de un crimen, de un atentado, de la muerte predeterminada de una docena de personas, que, bajo ningún punto de vista tiene justificación alguna, se haya dicho lo que se haya dicho.
“La libertad de expresión no es negociable”, denunciaba la revista. Pero, ¿cuáles son sus límites? ¿Cuándo la libertad pasa a ser libertinaje?
Ningún derecho o libertad es de carácter absoluto. Es decir que, el hecho de gozar de estos atributos, no me habilita para hacer lo que me plazca frente a los demás. Como cualquier derecho, debe ejercerse con responsabilidad y conlleva ciertas obligaciones. Así, el uso de ciertas palabras o símbolos pueden atentar contra el derecho del honor o la integridad de otros.
El derecho a la libertad de expresión desaparece y se transforma en libertinaje cuando existe una incitación al odio, apología de la violencia, injurias, calumnias, etc.
Partiendo de este concepto, me parecen absurdos e inadmisibles los miles de artículos periodísticos en los que proclaman que las muertes de estas personas son en realidad un atentado contra dicha libertad.
Recordemos que Charlie Hebdo era una revista de crítica extrema y sin tregua contra la clase política francesa, Jesús, el Vaticano, el judaísmo y hasta Michael Jackson. Tras la muerte del cantante, se mostró una portada de un esqueleto con la leyenda “Michael Jackson es blanco finalmente”. También se dibujó a la Virgen María pariendo a un Jesús con cara de cerdo. 
Pero el gran conflicto se produce con el islamismo, con quien la revista se mostró aún más severa y hasta se podría decir en persecución por las numerosas tapas dedicadas a la religión.
El año pasado publicaron una caricatura de Mahoma desnudo y otra en la que un judío ortodoxo lo empuja en una silla de ruedas. También divulgaron otra donde la caricatura era la de un hombre musulmán muerto que trataba de protegerse con el Corán y, en la que decía: “Matanza en Egipto. El Corán es una mierda: no detiene las balas”. Haciendo referencia a la masacre de más de mil egipcios por una dictadura militar, que, paradójicamente, tiene el apoyo de Francia y de EEUU.
Si bien la revista se ha escudado ante las críticas en numerosas ocasiones, explicando que sus caricaturas no estaban en contra de los musulmanes sino de los fundamentalistas; el islam, bajo el liderazgo de Mahoma, es la religión más extendida del mundo. Y, les guste o no a los ateos, la religión es inherente a la dignidad del ser humano que, por esta razón, debe ser siempre respetada por los individuos, los agentes sociales y, en especial, por el Estado.
En 2007, dos grupos musulmanes franceses, junto a la Liga Mundial Musulmana apoyada por Arabia Saudita, fueron a tribunales denunciando injurias por parte de la revista y no tuvieron suerte, ya que la misma se defendió bajo el derecho a la libre expresión y la separación de iglesia y Estado en Francia, que les daba el derecho absoluto a criticar cualquier tipo de religión.
Sin dudas las limitaciones a la libertad de expresión deben ser fijadas y reguladas por el sistema legislativo. La violencia que se transmite en los medios de comunicación sobre algunos temas genera más violencia. En nuestro país, por ejemplo, existen los opinólogos de turno, que hablan sobre temas, muchas veces sensibles, sin ningún tipo de responsabilidad o profesionalismo. Porque el morbo siempre suma un puntito más de rating, ¿no?
Del yihadismo no hay que esperar otra cosa que no sea fanatismo, violencia y muerte. Pero lo preocupante es la reacción que precede. Ayer, en Twitter, el trending topic dejaba de ser un cálido y reconfortante “yo soy Charlie” para darle lugar a un escalofriante y sombrío “matar a todos los musulmanes”. La islamofobia existe y sería doloroso e injusto que las muertes de 12 personas recayeran sobre 1.000 o 1.200 millones de musulmanes.
Los delitos los cometen personas, no religiones, razas o países. Que corra sangre por las calles occidentales de la siempre bella París es igual de despiadado como que ocurra en Irak. ¿O acaso no son los propios musulmanes las principales víctimas del yihadismo terrorista?
Lo brutal de este atentado no es el ataque inadmisible a las opiniones expresadas, lo brutal es la escena en sí misma: el silencio irreversible de doce almas, que pudo haberse evitado respetando la libertad de expresión e integridad de cada persona.