En el país de las interpretaciones infundadas, es admirable y
hasta sorprendente el hábil uso colectivo de la observación y
el razonamiento deductivo para resolver casos policiales. Todos
somos Sherlock Holmes.
Nos ponemos el gorro de cazador, el saco de gabardina a cuadros,
la siempre útil lupa, la pipa curva de brezo sobre nuestra boca y
resolvemos hasta los casos más enmarañados de Agatha Christie.
En el 221B de la Calle Baker, junto a la chimenea y la
estantería de nuestros amados libros, desmenuzamos cada pista, cada hipótesis, cada
dato. Con una copa de Vin Miriani en la mano y la pipa en la otra, comenzamos
con el proceso de investigación.
El 19 de enero nos volvimos expertos en el barrido electrónico,
las pistolas Bersa modelo 62 calibre 22 largo, cerraduras, cámaras de
seguridad, autopsias, pericias toxicológicas, espasmo cadavérico y hasta de la
causa AMIA. Ahora somos Licenciados en Criminalística.
Periodistas, peritos, jueces, fiscales, supuestos testigos,
mediáticos, doña Rosa, el kioskero y hasta el taxista; todos ya resolvieron el
caso. Todos saben si fue un suicidio o no. Todos respondieron el por qué, el
cómo y el cuándo. Asombroso ¿no?
Para colmo, el caso repercutió hasta en las revistas del
corazón, la famosa prensa rosa. La vida lujosa y nocturna del fiscal también
fue tan cuestionada como su sexualidad. De tener una relación homosexual con
Lagomarsino pasó a ser un “viejo verde” por estar con una modelo de 25 años.
Suele ocurrir que después de la muerte, no se recuerda a una
persona por lo que ha sido, sino por lo que la sociedad necesita que sea. La
mayoría de los ahora Licenciados no sabían quién era Nisman ni tampoco de su
extensa y frustrada investigación (11 años) sobre el mayor atentado político de
la historia argentina. Aun así, el fiscal logró, por un lado, ser el motivo de
una movilización en todo el país y un nuevo prócer para los críticos del
gobierno y, por otro, se ganó el resentimiento y enemistad de los oficialistas.
Cuando la política se mezcla con lo policial la urgencia por
conocer la verdad siempre es más urgente. Pero, ¿qué verdad queremos escuchar?
¿La verdad verdadera, única y objetiva, basada en hechos reales y comprobables?
¿O nuestra verdad, inamovible e hipotética, aquella que fuimos tejiendo en
nuestra cabeza en estos casi dos meses?
No importa si hoy mismo se da a conocer un video mostrando el
momento exacto en que se produce el disparo fatal, no importa si aparece una carta
o un audio del propio Nisman dando los, hasta ahora inexistentes, motivos de un
suicidio. Tampoco importa si Lagomarsino se quiebra y confiesa haberlo matado,
o si descubren que agentes de la SIDE o el Gobierno están detrás de esto. Todos creemos saber
la verdad, todos sabemos que pasó, todos somos Sherlock Holmes.