miércoles, 1 de abril de 2015

Paremos la pelota

304.
El domingo primero de marzo se jugó el clásico en Porto Alegre. Los fanáticos del Inter y del Gremio dieron el ejemplo: mezclaron sus camisetas y banderas en una misma tribuna. Y, para sorpresa de muchos, todo ocurrió en paz.
En nuestro país los hinchas visitantes quedaron en el recuerdo, sin embrago, los hechos de violencia no desaparecen. Este último fin de semana hubo cuatro encuentros sin público: Quilmes-Sarmiento, San Lorenzo-Lanús, Godoy Cruz-Independiente y Tigre-Defensa y Justicia.
En todos los casos hay un común denominador: la violencia.
En el "Cervecero" la sanción recae producto de los incidentes ocurridos en la tribuna del Estadio Centenario en el último encuentro como local ante Vélez. Idéntica situación a la del "Matador”, que la interna de la barrabrava se trasladó del estadio José Dellagiovanna a la calle, en pleno entretiempo ante Atlético Rafaela.
El "Ciclón" disputó el juego ante Lanús sin la presencia de su público por la agresión al línea Belatti, en el duelo ante River por la Recopa. Y por último, el caso del "Tomba", similar al de San Lorenzo, es por una sanción del Comité Ejecutivo de AFA por la agresión al masajista de Lanús, Juan Franco, quien recibió un proyectil arrojado desde la platea que le produjo un "desprendimiento de córnea" en el ojo izquierdo, que obligó a una intervención en Mendoza.
Como si esto fuera poco, este lunes, Arsenal-Aldosivi tuvo que ser suspendido por una interna entre los barras del local. ¿Hasta cuándo?
¡304!
Construimos al rival como enemigo, pensamos al otro como una amenaza, consideramos que dentro de una cancha vale todo. Una camiseta nos separa y estamos dispuestos a defender esos colores a muerte, literalmente.
Al mando están ellos, los de la “popu”, los que llevan el bombo y la fiesta, los dueños de nuestro club, y del fútbol también. Los barras no son más que delincuentes con una camiseta puesta, que, por cierto, poco les importa el bienestar del club. Hacen negocios con él y no para él. Se escudan bajo el poder de la violencia y están dispuestos a ejercerla cuando y donde sea.
Sus cánticos profesan sus manejes mafiosos y hacen apología a las drogas y al alcohol, los cuales tomamos como “graciosos” y cantamos sin parar dentro y fuera de la cancha. No nos representan, pero aun así los adquirimos como himnos, como rezos sagrados. Nos convertimos en sus discípulos.
Hoy se encargan de negocios como: las ganancias de los "trapitos", tanto en partidos como recitales; venta de entradas; tours para extranjeros a los estadios; tráfico de indumentaria; movilización y "seguridad" para dirigentes políticos; narcotráfico y hasta la venta de dólares en "cuevas". 
Lejos quedó aquel grupos de aficionados, quienes se organizaban para los partidos para mostrar su lealtad a sus equipos de una manera "alegre", portando banderas, tocando instrumentos musicales, tirando fuegos artificiales.
Lo que antes era sobre el deporte se convirtió en algo mucho más siniestro. Hoy tienen zona liberada para cualquier tipo de chanchullo, hoy son impunes gracias a la complicidad de los clubes y de la justicia.
El fútbol argentino se desangra lentamente ante la falta de una política de estado para terminar con este ineludible flagelo. Ni la suspensión de partidos, la quita de puntos o la mismísima marginación de los simpatizantes visitantes contribuyeron a salvar lo que debería ser una fiesta. Hoy el fútbol llora.

304 son los muertos, sin embargo, la pelota se sigue manchando.


lunes, 16 de marzo de 2015

La verdad sobre el Caso Nisman

En el país de las interpretaciones infundadas, es admirable y hasta sorprendente el hábil uso colectivo de la observación y el razonamiento deductivo para resolver casos policiales. Todos somos Sherlock Holmes.
Nos ponemos el gorro de cazador, el saco de gabardina a cuadros, la siempre útil lupa, la pipa curva de brezo sobre nuestra boca y resolvemos hasta los casos más enmarañados de Agatha Christie.

En el 221B de la Calle Baker, junto a la chimenea y la estantería de nuestros amados libros, desmenuzamos cada pista, cada hipótesis, cada dato. Con una copa de Vin Miriani en la mano y la pipa en la otra, comenzamos con el proceso de investigación.  
El 19 de enero nos volvimos expertos en el barrido electrónico, las pistolas Bersa modelo 62 calibre 22 largo, cerraduras, cámaras de seguridad, autopsias, pericias toxicológicas, espasmo cadavérico y hasta de la causa AMIA. Ahora somos Licenciados en Criminalística.
Periodistas, peritos, jueces, fiscales, supuestos testigos, mediáticos, doña Rosa, el kioskero y hasta el taxista; todos ya resolvieron el caso. Todos saben si fue un suicidio o no. Todos respondieron el por qué, el cómo y el cuándo. Asombroso ¿no?
Para colmo, el caso repercutió hasta en las revistas del corazón, la famosa prensa rosa. La vida lujosa y nocturna del fiscal también fue tan cuestionada como su sexualidad. De tener una relación homosexual con Lagomarsino pasó a ser un “viejo verde” por estar con una modelo de 25 años.
Suele ocurrir que después de la muerte, no se recuerda a una persona por lo que ha sido, sino por lo que la sociedad necesita que sea. La mayoría de los ahora Licenciados no sabían quién era Nisman ni tampoco de su extensa y frustrada investigación (11 años) sobre el mayor atentado político de la historia argentina. Aun así, el fiscal logró, por un lado, ser el motivo de una movilización en todo el país y un nuevo prócer para los críticos del gobierno y, por otro, se ganó el resentimiento y enemistad de los oficialistas.
Cuando la política se mezcla con lo policial la urgencia por conocer la verdad siempre es más urgente. Pero, ¿qué verdad queremos escuchar? ¿La verdad verdadera, única y objetiva, basada en hechos reales y comprobables? ¿O nuestra verdad, inamovible e hipotética, aquella que fuimos tejiendo en nuestra cabeza en estos casi dos meses?
No importa si hoy mismo se da a conocer un video mostrando el momento exacto en que se produce el disparo fatal, no importa si aparece una carta o un audio del propio Nisman dando los, hasta ahora inexistentes, motivos de un suicidio. Tampoco importa si Lagomarsino se quiebra y confiesa haberlo matado, o si descubren que agentes de la SIDE o el Gobierno están detrás de esto. Todos creemos saber la verdad, todos sabemos que pasó, todos somos Sherlock Holmes.



viernes, 9 de enero de 2015

¿Libertad o libertinaje?

En memoria de los periodistas, los dibujantes y policías muertos, más de 100.000 personas se han concentrado en Francia este miércoles, y varias miles más en ciudades europeas, para rendir un homenaje a las víctimas del atentado contra la redacción de Charlie Hebdo y clamar por la libertad de expresión.
El atentado islamista le ha arrebatado la vida a 12 personas de una manera brutal y a sangre fría, dejando una sensación de horror y poniendo sobre la mesa no sólo el debate sobre el fanatismo islámico sino también sobre la libertad de expresión.
Hablamos de un crimen, de un atentado, de la muerte predeterminada de una docena de personas, que, bajo ningún punto de vista tiene justificación alguna, se haya dicho lo que se haya dicho.
“La libertad de expresión no es negociable”, denunciaba la revista. Pero, ¿cuáles son sus límites? ¿Cuándo la libertad pasa a ser libertinaje?
Ningún derecho o libertad es de carácter absoluto. Es decir que, el hecho de gozar de estos atributos, no me habilita para hacer lo que me plazca frente a los demás. Como cualquier derecho, debe ejercerse con responsabilidad y conlleva ciertas obligaciones. Así, el uso de ciertas palabras o símbolos pueden atentar contra el derecho del honor o la integridad de otros.
El derecho a la libertad de expresión desaparece y se transforma en libertinaje cuando existe una incitación al odio, apología de la violencia, injurias, calumnias, etc.
Partiendo de este concepto, me parecen absurdos e inadmisibles los miles de artículos periodísticos en los que proclaman que las muertes de estas personas son en realidad un atentado contra dicha libertad.
Recordemos que Charlie Hebdo era una revista de crítica extrema y sin tregua contra la clase política francesa, Jesús, el Vaticano, el judaísmo y hasta Michael Jackson. Tras la muerte del cantante, se mostró una portada de un esqueleto con la leyenda “Michael Jackson es blanco finalmente”. También se dibujó a la Virgen María pariendo a un Jesús con cara de cerdo. 
Pero el gran conflicto se produce con el islamismo, con quien la revista se mostró aún más severa y hasta se podría decir en persecución por las numerosas tapas dedicadas a la religión.
El año pasado publicaron una caricatura de Mahoma desnudo y otra en la que un judío ortodoxo lo empuja en una silla de ruedas. También divulgaron otra donde la caricatura era la de un hombre musulmán muerto que trataba de protegerse con el Corán y, en la que decía: “Matanza en Egipto. El Corán es una mierda: no detiene las balas”. Haciendo referencia a la masacre de más de mil egipcios por una dictadura militar, que, paradójicamente, tiene el apoyo de Francia y de EEUU.
Si bien la revista se ha escudado ante las críticas en numerosas ocasiones, explicando que sus caricaturas no estaban en contra de los musulmanes sino de los fundamentalistas; el islam, bajo el liderazgo de Mahoma, es la religión más extendida del mundo. Y, les guste o no a los ateos, la religión es inherente a la dignidad del ser humano que, por esta razón, debe ser siempre respetada por los individuos, los agentes sociales y, en especial, por el Estado.
En 2007, dos grupos musulmanes franceses, junto a la Liga Mundial Musulmana apoyada por Arabia Saudita, fueron a tribunales denunciando injurias por parte de la revista y no tuvieron suerte, ya que la misma se defendió bajo el derecho a la libre expresión y la separación de iglesia y Estado en Francia, que les daba el derecho absoluto a criticar cualquier tipo de religión.
Sin dudas las limitaciones a la libertad de expresión deben ser fijadas y reguladas por el sistema legislativo. La violencia que se transmite en los medios de comunicación sobre algunos temas genera más violencia. En nuestro país, por ejemplo, existen los opinólogos de turno, que hablan sobre temas, muchas veces sensibles, sin ningún tipo de responsabilidad o profesionalismo. Porque el morbo siempre suma un puntito más de rating, ¿no?
Del yihadismo no hay que esperar otra cosa que no sea fanatismo, violencia y muerte. Pero lo preocupante es la reacción que precede. Ayer, en Twitter, el trending topic dejaba de ser un cálido y reconfortante “yo soy Charlie” para darle lugar a un escalofriante y sombrío “matar a todos los musulmanes”. La islamofobia existe y sería doloroso e injusto que las muertes de 12 personas recayeran sobre 1.000 o 1.200 millones de musulmanes.
Los delitos los cometen personas, no religiones, razas o países. Que corra sangre por las calles occidentales de la siempre bella París es igual de despiadado como que ocurra en Irak. ¿O acaso no son los propios musulmanes las principales víctimas del yihadismo terrorista?
Lo brutal de este atentado no es el ataque inadmisible a las opiniones expresadas, lo brutal es la escena en sí misma: el silencio irreversible de doce almas, que pudo haberse evitado respetando la libertad de expresión e integridad de cada persona.