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jueves, 10 de julio de 2014

Un sueño, 23 gladiadores

En el Itaqueirao de San Pablo se decretó una batalla, no violenta ni mal intencionada, pero una batalla áspera, de dientes apretados que requería de mucho estudio y que tenía una misión inaplazable. Once guerreros en el campo que dejaron el cuerpo y alma por dos colores, un país, por 40 millones de argentinos.
Argentina está en la final del Mundial, lo hizo, lo logró con coraje, con el alma, con esa impronta argenta de tener fortaleza ante la adversidad. Lo hizo con compromiso, con solidaridad y tenacidad. Lo logró con el corazón y ese sentido de pertenencia invaluable.
Identidad es lo que sobra. Ayer, 23 soldados colocaron nuestra bandera en lo más alto.
Atrás quedaron las dudas sobre Romero y sus pocos partidos en Francia, las críticas sobre ese tal Marcos Rojo que sólo aparecía en la lista por su pasado pincharrata o el descontento masivo por la línea de 5 de Sabella. Tampoco se hablará más de que Messi no siente la camiseta porque no canta el himno o de las burlas ante la convocatoria de Enzo Pérez.
Hoy todo eso se desvanece, hoy son héroes. Y es que a falta de buen futbol, de esa caricia hacia la redonda, se puso garra, se jugó con el corazón.
¿Cuán paradójico será el futbol que la tan criticada defensa sostuvo un partido clave en que la delantera, siempre tan elogiada, no pudo marcar la diferencia?
Ayer Holanda no pudo inclinar la cancha. Ni el cabezazo al borde del nocaut de Mascherano con Wijnaldum, ni el golpe en la cara que recibió Zabaleta de Kuyt, ni los constantes agarrones de los naranjas contra Messi o el golpe de Clasie que sufrió en el brazo Biglia pudieron contra estos gladiadores.
Tampoco en ese momento agónico en el que Robben encaró en el área faltando poco para terminar el alargue. San Javier estaba ahí.
Y todavía no caigo. Porque los desdichados que nacimos después del 90, cuatro años después de que Diego alzara la Copa en México, no sabemos de qué se trata. Porque en el Mundial de Italia no habíamos cumplido años y sólo guardamos recuerdos prestados, pero nada que se pueda atesorar. Porque vimos al gran Marcelo Bielsa irse en primera fase en el 2002, a Pékerman pasar sin pena ni gloria y a Maradona comerse 4 contra nuestro próximo rival. No caigo y es lógico, los desafortunados como yo no sabemos de qué se trata.
Un distinto en el mundo del futbol una vez dijo: “Nada pasa por casualidad. Si pasa es porque lo buscamos”.
Las lágrimas son justamente sinónimo de eso. Del desahogo de 24 años de frustraciones. Sintetizan esos sueños mutilados y hacen honor a esos grandes futbolistas que vistieron esta misma camiseta y que por distintas causas no tuvieron la posibilidad de jugar una final.
Sí, el domingo a las 16 Argentina tiene por delante el partido que hace tiempo sueña jugar. Sí, es contra el mismo rival, el más temido. ¿Pero quién les quita lo bailado a estos muchachos? ¿Quién se anima a decirles que no pueden lograrlo?


viernes, 27 de junio de 2014

Efecto Pocho Lavezzi

Dos semanas transcurrieron del Mundial y, como cada 4 años, los roles están bien definidos. Mientras los hombres opinan sobre el 4-3-3 o el 5-3-2 de Sabella, la platea femenina se dedica a elogiar el físico de los futbolistas.
A los 38 minutos el Kun pidió el cambio. Todas las cámaras apuntaron a un solo hombre. Medio planeta se detuvo en un morocho con el torso al descubierto. Un cuerpo tallado a mano y lleno a de tatuajes, una mirada penetrante y una sonrisa pícara: Ezequiel “Pocho” Lavezzi.
No tardaron en llegar la avalancha de tweets, comentarios en Facebook y fotos de “alto voltaje” del argentino. Hasta se creó una página: “Movimiento para que el Pocho Lavezzi juegue sin camiseta”, ¡con más de 250.000 me gusta!
Tampoco se hizo esperar la respuesta del sexo opuesto. Es que el machismo en el siglo XXI aún emerge en estos casos. La tribuna visitante se escuda bajo el “antes y después”  de nuestro nuevo sex simbol.
Pero, ¿qué importancia tiene su pasado si lo que nos vende es un coctel perfecto, entre cuerpo, desfachatez y sensualidad?
El culpable de la revolución hormonal femenina desató un gran debate social y, en especial, sexual. Y es que los medios de difusión sólo se encargan de mostrar mujeres al desnudo y nos dejan segregadas, sin objetos de deseo.
El fenómeno desatado no es más que hacerles probar a la hinchada masculina una cucharada de su propia medicina. El deseo femenino existe y su expresión no debe ser oprimido.
Propongo una campaña por una distribución más equitativa. Queremos ver más hombres al descubierto, más abdominales y pectorales, ¡queremos más Pocho Lavezzi!