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sábado, 14 de junio de 2014

Catarsis

Fue fugaz, como un destello de luz o un abrir y cerrar de ojos. Tu mirada duró tan solo un instante, pero dejó marcas de por vida.  
Estoy segura de que fue obra del destino, de ese hilo invisible en el que creen los japoneses y que nos tiene conectados desde el día en que nacemos. El Tarot, el karma, la lectura de las líneas de la mano o de la borra del café, algo de eso debería explicarlo.
Pero el té se enfría, el libro se termina, la gente se marcha, y acá estoy yo, sin vos. Quizás por miedo, quizás porque debía ser así.
Diciembre terminó y en el frío te extraño. Y es que todavía no encuentro razones suficientes para olvidarte.
Y en mi terquedad, aún dejo una ventana abierta por si me querés visitar, dejo algunas letras para aquellas palabras a medio terminar y guardo lugar para el amanecer que invitamos y nunca apareció.
También tengo un álbum vacío para aquellas fotos que nunca sacamos y toda una colección de frases tiernas, que nunca te pude decir, pero que siempre lucharon por escapar de mi pecho.
Sólo Dios es testigo de mi intento por perdonarme. Este corazón, hecho y deshecho y vuelto a armar, me reclama día y noche por haberte dejado ir.
Fuiste como una profecía de las buenas, y acá estoy, con el recuerdo de un beso tuyo que me quema por dentro.
Hoy te pienso, a pesar de que pasó nuestro tiempo. Hoy te quiero, aunque lo haya negado. Hoy, así de egoísta y loca, te necesito de vuelta.
En mis sueños, lo nuestro tiene remedio. Sé que estamos predestinados y nos reencontraremos.


Yo te estaré esperando.



jueves, 22 de mayo de 2014

Abrazame fuerte

Abrazame fuerte, vení,
tengo miedo de no poder seguir así.
Te necesité y ya no estabas ahí.
Pero con el tiempo comprendí
que no exigía algo de ti;
me estaba buscando a mí.

Sin querer me enamoré,
pero la soledad encontré.
Y a pesar de mi querer,
acepto lo que es perder.

No necesitas mentir,
después nos podremos despedir.
Sin falsas promesas que cumplir
cada uno podrá sonreír.




sábado, 1 de junio de 2013

Palabras mudas

 Me levanté preguntándome por todas las palabras que nunca dije. Esas que cumplieron con su fecha de vencimiento y no pudieron ver la luz. Aquellas que por temor, orgullo o por el simple hecho de pensar que no era el momento adecuado, quedaron relegadas y olvidadas.
 Las imaginé clasificadas por año, tipo, lugar y destinatario. En archiveros metálicos que aún las conservaban y me facilitaban el acceso. Mediante los cuales, podría mirarlas y pedirles disculpas.
 Las imaginé incomprendidas. Estaban paralizadas, se sentían inferiores y discriminadas. Habían sido maltratadas por su ideología, por pensar y sentir diferente. Merecían cierto reconocimiento, no debían ser invisibles.
 Pero luego comprendí que cada una de ellas correspondía a un momento, un instante o  un ciclo. Que no cambiaría nada que se revelaran y brotaran de mi boca aún cuando se tomaran revancha y vencieran al pudor y la modestia.
 Sin embargo, me consulté seriamente por su paradero: ¿Todavía estaban ahí, en algún lugar inhóspito, pidiendo a gritos ser rescatadas? ¿Vivían agazapadas esperando para atacar? ¿O ya era demasiado tarde y habían huido a un sitio mejor?